Carta abierta a los policías
Foto de Juan Carlos Londoño.
2 de mayo de 2021
Queridos policías,
les escribo después de haber recibido los regalos del sol y de los árboles. Les escribo sabiendo que en mi corazón hay espacio y paz.
Ayer fue una noche oscura para el corazón de todos, que se contrajo con las noticias del fuego y la muerte.
Les escribo porque sé que hoy también se va a poner el sol, y va a llegar la noche, y vamos a necesitar mantener encendido el faro de la esperanza en nuestros corazones. Para poder ver. Para poder existir.
Más temprano, mientras caminaba con mi perro, me pregunté: ¿qué necesita el corazón de los policías? Y la naturaleza me susurró un regalo: Reverencia.
Les escribo como colectivo, pero espero que dejen que estas palabras hagan eco en sus corazones. En el corazón de hombres, de humanos, que late en cada uno de sus pechos, siempre más profundo que los uniformes y las insignias.
La reverencia es una energía importante para todas las personas que tienen una vocación de servicio. Y si ustedes hacen parte de las fuerzas militares, es porque esa vocación está ahí: para servir a la paz, al país.
La reverencia es una energía esencial de la vida. Y como energía esencial, sirve siempre a los propósitos más altos, al amor en su forma más pura.
Aquellos que sirven necesitan cultivar en su corazón reverencia por aquello que sirven. En el caso de las instituciones policiales, por los habitantes de un país, y, en el fondo, por todos los humanos.
Permitan por un momento que el sol y el silencio de hoy desempañen el vidrio a través del cual han visto a otras personas. Permitan que su corazón, que es humano, sienta la verdad que hay en esto:
La reverencia en su forma más pura no es por una institución o una persona. La reverencia en su forma más pura es reverencia por la vida.
Cierren los ojos. Escuchen su corazón latir. Déjense bañar por el perdón y la gracia. Encuentren en su interior la paz que no cambia.
Esa misma paz que no cambia está en todos. Y esa es la paz a la que se le guarda reverencia. Al centro sagrado que hay en cada corazón que late.
Sé, también, que puede ser difícil ver ese centro de paz a través de las acciones violentas. Sé que es difícil ver el amor incondicional que hay en las personas que hablan a través de la ira, el odio y el resentimiento.
Pero también sé que es una posibilidad. Y que es una invitación.
Para hacer su trabajo con integridad y honestidad necesitarán atender a ese llamado. Ver esto les permitirá actuar con certeza, para ayudar al orden público; y sin violencia, odio ni resentimiento. Les permitirá mantener su corazón claro mientras ejercen su labor.
Todos podemos hacer nuestro trabajo en el mundo. Podemos poner nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestra mente al servicio de otros. Y hacerlo con reverencia por la misma humanidad, y por el planeta entero, nos ayuda a alinear nuestras acciones e intenciones con el más alto bien.
Esta mañana, mientras sacaba a pasear a mi perro, que es mi responsabilidad, que es mi forma de ofrecer cuidado, cultivé en mi interior la energía de la reverencia. Por mi perro, que es sagrado, por el pasto, por el sol, por ustedes los policías, por quienes marchan, por quienes están en los hospitales,... Y de esas semillas surgió el agradecimiento.
Hoy agradezco por todo eso. Sé que cada uno de nosotros es necesario, y que estamos formando juntos la imagen de todo lo que existe.
Y de ese agradecimiento surgió esta, que es mi labor: escribir. Con responsabilidad, con compasión, con la esperanza de habitar en un mundo en el que todos los trabajos son una forma de reverencia.
Y también, por supuesto, con la esperanza de que cese la violencia interior y exterior.
De poder dormir esta noche con el fuego en el corazón y no en las calles.
De que ninguna otra noche haya más vidas que tengan que apagarse.
Les mando un abrazo sincero. Ojalá puedan hacer de su trabajo la práctica de su compasión.
Mariana.
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