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Carta abierta a quienes marchan

  • Foto del escritor: Mariana Piñeros Jiménez
    Mariana Piñeros Jiménez
  • 2 may 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 1 oct 2022



2 de mayo de 2021


Queridos marchantes,


la tarde del día de hoy llega con noticias que auguran cambios. Los pájaros comen en el techo de mi casa. Con el nuevo panorama es más fácil sentir el frío que hay en el corazón.


Ayer fue una noche oscura para el alma de todos. Hubo miedo, violencia, destrucción. El fuego ardía en todas las direcciones.


Les escribo esta carta para pedirles perdón en nombre de aquellos que no saben cómo hacerlo. Para recordarles quiénes son realmente. Para ofrecerles un abrazo y un refugio de palabras.


Los eventos de ayer y de los días pasados no tienen excusa. Hubo exceso de fuerza. Hubo opresión, tortura, desaparición, asesinato. Y digo estas palabras para nombrarlo, porque no se puede pedir perdón sin reconocer lo que se hizo.


Eso fue lo que sucedió. Es doloroso. Es triste. Quisiera poner en esta carta todos los nombres de los jóvenes que no regresaron en la noche a sus casas. De todos los Dylan que ha tenido nuestra historia. También es necesario decir sus nombres para pedir perdón.


Hoy quiero decirles, en nombre de aquellos que intentaron extinguir su luz y la de sus amigxs, que lo siento profundamente. Sus corazones y su dolor son también los míos.


En consecuencia, les prometo enmendar en mi vida las raíces de la violencia. Les prometo hacer de mis acciones, privadas y públicas, un reflejo íntegro del camino de la paz. Les prometo ser a través de mis palabras un faro de honestidad y compasión.


Sé que es difícil encontrar seguridad en el presente. Hay desconfianza. Hay miedo. Aún así, en mi casa: en mi presencia, siempre estarán a salvo.


Les escribo, también, para recordarles quiénes son.


Deténganse. Respiren. Sientan el amor que los rodea: viene de las nubes, los pájaros, el agua, los árboles,... Y recuerden, cuando se sientan inundados de amor, la paz que son.


Más acá de las emociones y pensamientos. Más acá. Más cerca. Eso son ustedes: una luz brillante y única. Una expresión maravillosa de lo que existe.


Dejen que sus corazones reciban lo que necesiten y que suelten lo que ya no necesitan. Si pesa, no es suyo.


En medio de esta luz, escuchen:

No hay violencia

que no provenga

del miedo


Aquello que se está moviendo en sus corazones es lo mismo que se está moviendo en el corazón de aquellos que parecen ser sus enemigos.


Ellos también están confundidos. Tienen ira. Están sufriendo. Sus corazones se cerraron cuando vivieron el abuso, la violencia, las consecuencias del odio.


No importa en qué nivel, siempre podemos recordar que detrás de puestos, insignias y uniformes hay esencialmente seres humanos. Que tienen, en su interior, tanta luz y tanto dolor como nosotros.


Ese es el corazón de la compasión. Y de la compasión brota el perdón.


El perdón, que un escenario de abuso parece una solución irracional, es el camino de la libertad.


Escuchen la verdad que hay en esto:


“Esto no se termina hoy, y vamos a necesitar llegar al otro lado con el corazón en paz, sabiendo que no hemos hecho nada para dañar a otro ser humano.” (Andrés Jiménez, maestro de Meditación)


Vamos a necesitar llegar al otro lado con el corazón en paz, sabiendo que ahora no somos nosotros mismos los perpetradores del odio y el abuso. Vamos a necesitar pasar nuestro corazón por el filtro de la verdad y la compasión, para asegurar el fin del conflicto.


Practiquemos.


Deténganse. Respiren. Sientan el amor que los rodea. Recuerden la paz que son.

Derramen esa misma conciencia sobre todo lo que existe.

Recuerden lo que pasó.

Vean el sufrimiento de todxs.


Practiquemos.


Este es el camino del fin del sufrimiento:


En honor a las vidas que se apagaron por la violencia,

para que nunca más haya vidas que se apaguen por la violencia:


Enmendaré en mi vida las raíces de la violencia.

Haré de mis acciones, privadas y públicas, un reflejo íntegro del camino de la paz.

Seré a través de mis palabras un faro de honestidad y compasión.


Seré una casa.

En mi presencia todos los seres humanos estarán seguros y a salvo.


Por eso “lo único digno de ti es la compasión: invencible, ilimitada, incondicional” (Thich Nhat Hahn).


Practicando de esta manera caminaremos juntxs a una versión del planeta tierra en la que nadie tiene que tener miedo. En la que todos podremos dormir tranquilos, con el corazón despejado y en paz, sabiendo que quienes amamos están seguros.


De esta manera no habrá más jóvenes desaparecidos, golpeados, intimidados, asesinados.

De esta manera el fuego que arde hoy en las calles regresará al lugar al que pertenece: nuestro corazón.


Y ese mismo fuego hará del mundo un lugar luminoso, creativo, apasionado y alegre.

Hará del mundo un lugar de celebración de la vida.


Les amo y siempre les tengo en mi corazón.

Gracias por su valentía.


Practiquemos juntxs.


Mariana.



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