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Mariana Piñeros Jiménez

Los inicios y las puertas

Hoy, día en el que se terminan muchas cosas, es justamente el día en el que celebro los inicios. Y en el que celebro este inicio, particularmente: El de tener una página web en la que puedo mostrar mi arte.



Les cuento, amigues y lectores, que este espacio es un sueño hecho realidad. Creció en mi interior, pacientemente, mientras esperaba a que yo tuviera lo necesario para llevarlo a cabo. Y no hablo solo de las habilidades, que de hecho adquirí en el proceso (yo lo diseñé), ni del contenido; hablo de lo que reuní en mi interior.


Este espacio virtual es un sueño del que yo no era consciente. Hasta hace poco reuní lo que era necesario para poder imaginarlo. Y, de nuevo, no hablo de imaginación en el sentido de "tuve una visión de un sitio web". Hablo de algo que a mí, hasta hace poco me parecía lejano: la posibilidad de verme a mí misma y a lo que hago como algo importante y valioso.


Por eso, en esta celebración de los inicios, les quiero compartir una lista de las puertas o lentes que me ayudaron a acceder a esa imagen actualizada de mí misma: a una apreciación profunda de mi naturaleza (y de la naturaleza de todo lo que existe).


Y se las comparto con la esperanza de que más sueños inconscientes se despierten, y de que el mundo se llene de celebraciones de inicios.


 


El primer lente del que me gustaría hablarles es el lente del amor incondicional. Esta, para mí, fue la primera puerta. Estar en la presencia de personas que me amaban incondicionalmente fue la puerta de entrada para mi autodescubrimiento. Andrés me decía que me mirara a través de sus ojos, Gise me pedía que la viera a ella como un espejo del futuro, Keith lloraba mientras me decía "hemos estado esperando años por tu generación". Ellxs, mis maestrxs, fueron para mí la primera forma de acceder a la compasión por mi pasado y presente; y sembraron en mí las semillas de la esperanza en mi futuro. Aprender a ver a través de este lente fue una práctica: día a día practiqué soltar todas las asunciones que tenía sobre mí misma, pausar, y mirarme a través de los ojos de su amor incondicional. En mi caso esos ojos fueron los de mis maestrxs, pero otra persona podría escoger cualquier forma de la existencia a la que se sienta cercana: el agua, los pájaros, las estrellas,...


Seguramente por eso el segundo lente del que les quiero hablar es el de los árboles. La naturaleza, en general, es un gran ejemplo del amor incondicional: siempre está, sin juicio ni expectativa, para nosotrxs. Para mí, en particular, pasar tiempo al lado de mi árbol favorito fue la segunda gran puerta. Estar día tras día, quince minutos, en silencio, a su lado, cambió mi vida. Sentada en su sombra aprendí mucho sobre la vida, la quietud, el cambio. Y, en la contemplación de su belleza, me empecé a apreciar a mí misma como parte de ese colectivo de la vida: a verme como a un árbol. Al lado de mi amigo árbol aprendí a verme como un resultado natural de mi historia. Y a ver a las personas que me rodeaban como eso mismo. Mi árbol también me propuso una práctica: observarme neutralmente, como él me observaba.


El tercer lente que me permitó verme de otra manera fue el perdón. El perdón que me ofrecí por las cosas que había hecho y el perdón que le ofrecí a las personas que me habían herido. Pedí perdón y perdoné a mi familia y mis parejas, como representantes tangibles e íntimos; y al colegio, la sociedad y Dios como representantes intangibles. Con la ayuda de mis maestrxs humanos y no humanos, logré entender que el resentimiento estaba impidiendo mi expresión auténtica. Estaba creando en mi interior amargura, ciclos de violencia y reparación, y dolor físico. Esta puerta también me propuso una práctica: la irracionalidad. *Risas* Sí. El perdón es un acto irracional. Se hace por motivos incomprensibles. Y esta actitud, que parece irracional cuando unx tiene una historia de abuso en cualquier sentido, fue para mí el camino hacia la libertad. Solo a través de ella pude actualizar mi visión de mí misma y lxs otrxs.


Y el cuarto y último lente del que les quiero hablar, es el de mis niñas interiores y seres del futuro. Estar a menudo en la presencia de estos seres, en el espacio infinito de la conciencia, me trajo mucha información, compasión y calidez por mi historia, mi cuerpo y mis emociones. Mi niña interior me ayudó a identificar los lugares, eventos y personas de los cuales había aprendido mis creencias distorsionadas sobre el mundo y sobre mí misma; y mi ser futuro me ayudó a comprender cómo podía disolver esas creencias. Mi niña interior me mostró lo que había tenido que hacer para congelar su dolor y su magia: y mi ser futuro me ayudó a conocer el camino de su reintegración. Esta puerta me invitó a la práctica de la atención al corazón. En su latido y espacio habitaban todas mis versiones, y todo el universo. En mi corazón podía encontrar su guianza y compañía, siempre que lo necesitaba.



 


Por supuesto, estos lentes o puertas fueron siempre una invitación. No tuvieron un orden. Nunca hubo uno mejor que el otro. Y su práctica fue, por naturaleza, liviana. Practicarlos me ayudó a entrar en contacto con una nueva forma de verme a mí misma, y con una nueva manera de actuar.


Estas puertas, además, no están en el pasado: son mi práctica actual. Todos los días sigo yendo a la naturaleza, recibiendo el amor incondicional de mis amigxs/maestrxs, perdonándome a mí misma y a lxs otrxs, y aprendiendo a expresar mi amor, dolor y magia de forma auténtica. Esta página web ha sido una bella excusa para muchas de esas cosas, y en ella espero seguir compartiendo sobre las comprensiones que tengo sobre mi camino, que tienen todo que ver con el arte que produzco.


Para terminar, les dejo esta imagen. Porque todos los caminos tienen un inicio, y este fue mi inicio en el arte. ¡Y hoy es un día para celebrarlos!



Mariana.


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